Un mural, espejo de mi pueblo
Ruidoso, pintoresco y mágico, el Mercado Municipal de Tilcara, abre sus puertas a tilcareños y extraños. Apostados entre los cajones de verduras y frutas, riquísimas, frescas y sanas, se camuflan las Cholas preparando el Api y los Buñuelos para el desayuno Quebradeño.
Las voces se mezclan como en la Torre de Babel. Las tonadas del cerro, los ceseos porteños y ciento de voces, viajeras de todo el mundo, que en distintos idiomas expresan su asombro. El mercado nos espera con esa magia: un aroma propio, que nos cuenta de manos color bronce, de pieles curtidas por el sol, de sembradios y cosechas a la margen del Río Grande.
Las flores coloridas, los puesteros con sus ollas de Locro, Picante de Lengua, Chuño y mote. Las empanaderas y humiteras, y más allá la feria de ropa y demases. Es una pintura, un cuadro... Como el mural que de fondo adorna al Mercado.
Ese mural, ese resumen de costumbres y usos quebradeños, que en sus trazos nos narra historias. Historias de mas de diez mil años de presencia humana en estos pagos. De cultura antigua, de sincretismo religioso, de porvenir... Un cerro, quizás el Cerro Negro, vigía Tilcareño.
A sus pies, las casitas moldeadas con la greda y las piedras del Huasamayo. Arcilla y barro amasada, que desde la Garganta del Diablo se desliza hasta la falda del pueblo. Las pircas, milenarias o modernas, pero de inconfundible estilo andino, que desde el arcaico tiempo de los Fiscaras, son cimientos de las casas o los cercos de corrales, como lo vemos en el Pucará o camino al Alfarcito.
Dos mujeres, anticipando agosto, corpachando a la Madre Tierra, santa y buena Pachamama. Un sikuri, que al rumor de sus cañas o al soplo de sus labios, armoniza soledades o las alegrías de un encuentro... Profundo y ronco, el sonido del Erke que el Runa alza sobre sus hombros anunciando la bajada de los peregrinos, que desde la altura del Abra, aquel que llaman del Punta Corral, en sus hombros cargan la Virgen de Copacabana, rebautizada Virgen del Abra, Hasta La iglesia del Rosario, cada semana Santa... Un Mojón y un diablo carnavalero, con sus miles de espejos que nos devuelven nuestro propio rostro, que nos libera en febrero, que nos trae el carnaval.
"...Inti, Tata Sol, Quilla, Mama Luna, dos Condores en vuelo y ese cielo Tilcareño que dan ganas de volar..."
¿Ese mural lo dice todo? ¿lo cuenta todo? ...No lo se...Pero, por que será que al verlo me nace desde el pecho un rumor a sikus, a voces antiguas, a guijarros desprendidos de esas cumbres que atenazan la mirada del que te conoció Tilcara... y ya no te puede olvidar...?